Se está a gusto aquí en la estación, dejando que el sol de la tarde me acaricie la espalda. Hay un hombre negro sentado enfrente mío, con un carro grande a su lado. Cruzamos una mirada. Sólo no separan las vías, sólo estamos en andenes distintos,
y parece que yo esté en otro mundo;
pero se está tan bien aquí al sol.
No sé qué piensa él;
y mi tren llega antes que el suyo.
Cuando subo, una niña me sonríe, y, de repente, todo se ilumina.
Febrero ya no es tan gris.
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